miércoles, 21 de septiembre de 2011

Exilios. Heberto Padilla



"Puse tus ojos y tus labios abiertos debajo de los míos
y caímos cantando en el sofá..."
Heberto Padilla






Exilios.
     Madre, todo ha cambiado.
     Hasta el otoño es un soplo ruinoso
     que abate el bosquecillo.
     Ya nada nos protege contra el agua
     y la noche.
     Todo ha cambiado ya.
     La quemadura del aire entra
     en mis ojos y en los tuyos,
     y aquel niño que oías
     correr desde la sala oscura,
     yo no ríe.
     Ahora todo ha cambiado.
     Abre puertas y armarios
     para que estalle lejos esa infancia
     apaleada en el aire calino;
     para que nunca veas el viejo pedregoso
     camino de mis manos,
     para que no sientas deambular
     por las calles de este mundo
     ni descubras la casa vacía
     de hojas y de hombres
     donde el mismo ayer sigue
     buscando soledades, anhelos.
 




TÉCNICAS DEL ACOSO
 
Pueden fotografiarlas
junto a un rosal
en un jardín etrusco
frente a la columnata del Partenón
con sombreros enormes
entre cactus en México
llevando los colores de moda
el pelo corto o largo
y boinas de través como conspiradores:
no cambiarán
no dejarán de ser las mismas
la barbilla en acecho
el rostro de óvalo
y los ojos cargados de un persistente desamparo
¿pero qué pensamientos
se agitan debajo de las melenas crespas
o lacias
de estas muchachas que ilustran
las revistas de moda?
Casi todas son pálidas
y están como cansadas
Las líneas de sus manos son estrictas y melancólicas
Mudan cada seis meses
de vestidos zapatos peinados y sombreros
y yo siempre descubro
un rizo fantasmal
bajo la onda bermeja
No importa que se cubran con pieles de visón
o lleven botas de vinil
faldas de cuero
o usen nuevas pelucas:
siempre las reconozco
bajo cualquier disfraz
lo mismo que a un espía
Además
me persiguen en trenes o en aviones
sobre todo de noche
se benefician con la oscuridad
andan de tres en tres
a mi espalda
              a mi lado
                  frente a mí
Dos trepan a los árboles
con la cámara en la mano
otra resbala debajo de un avión
con el ojo torcido de las agonizantes
y observan y miden mis reacciones
para indagar si tiemblo o lloro ante la muerte
Que sufra
                tenga hambre o las desee
                                                          no les
importa
Su tarea
no es hacer el amor sino ilustrarlo. 




En tiempos difíciles

A aquel hombre le pidieron su tiempo
para que lo juntara al tiempo de la Historia.
L
e pidieron las manos,
porque para una época difícil
nada hay mejor que un par de buenas manos.
Le pidieron los ojos
que alguna vez tuvieron lagrimas
para que contemplara el lado claro
(especialmente el lado claro de la vida)
porque para el horror basta un ojo de asombro.
Le pidieron sus labios
resecos y cuarteados para afirmar,
para erigir, con cada afirmación, un sueño
(el-alto-sueño);
le pidieron las piernas,
duras y nudosas,
(sus viejas piernas andariegas)
porque en tiempos difíciles
¿algo hay mejor que un par de piernas
para la construcción o la trinchera?
Le pidieron el bosque que lo nutrió de mno,
con su árbol obediente.
Le pidieron el pecho, el corazón, los hombros.
Le dijeron
que eso era estrictamente necesario.
Le explicaron después
que toda esta donación resultaría inútil
sin entregar la lengua,
porque en tiempos difíciles
nada es tan útil para atajar el odio o la mentira.
Y finalmente le rogaron
que, por favor, echase a andar,
porque en tiempos difíciles esta es, sin duda, la prueba decisiva.





Los poetas cubanos ya no sueñan

Los poetas cubanos ya no sueñan
                        (ni siquiera en la noche).

Van a cerrar la puerta para escribir a solas
cuando cruje, de pronto, la madera;
el viento los empuja al garete;
unas manos los cogen por los hombros,
los voltean,
            los ponen frente a frente a otras caras
(hundidas en pantanos, ardiendo en el napalm)
y el mundo encima de sus bocas fluye
y está obligado el ojo a ver, a ver, a ver.

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