domingo, 23 de octubre de 2011

In memoriam. David Lago





Había nacido en Camagüey (Cuba) el 21 de mayo de 1950. Era un poeta poseedor de un estilo desgarrado con el que labró su obra casi en silencio. Murió el martes 18 en un hospital madrileño, dejándonos sumidos en una callada tristeza.





Algunas cosas que Ulises ha olvidado

No recuerdo el significado de la palabra "soñar".
Sé que tenía año, hace ya uno, pero lo perdí.
Tampoco recuerdo en qué lugar lo perdí.
Sé que tenía uno, pero nadie hoy me ayuda a encontrarlo.
No recuerdo el significado de la palabra "creer".
Sé que tenía uno, hace ya años, pero se me extravió.
No sé si lo perdí en un viaje o me lo robaron del bolsillo.
Sólo sé que miro por todas partes y no lo encuentro.





Si el mundo termina alguna vez

Si el mundo termina alguna vez,
seguramente lo hará en un domingo como éste madrileño, tarde última de marzo,
en que se quiebra tan sonoramente mudo el cielo sobre nuestros hombros.
Nosotros dos, en el asiento de un autobús camino del centro
Y entre medias un pálpito de penas, temblor de antílopes africanos
paralizados por un sordo rumor que les advierte inútilmente.
Si el mundo termina alguna vez, nos escogerá a nosotros, y al domingo,
y nos hará viajar por estrechas calles que una vez representaron algo para alguien,
y hoy son sonámbulos humos de hermosos muchachos arruinados
quedamente en busca de un cataclismo sin movimiento.
No habrá fuegos, ni un solo clavo candente nos quebrará el pecho;
no habrá lluvias, ni mares que en mitad de un continente nos aneguen las espaldas, ni explosiones que nos llenen los ojos de rojo atardecer sobre colinas impalpables;
sino que todo se irá yendo, escapándose suave pero tan profundamente doloroso
que cerraremos los ojos para quedarnos como adormecidos
-pensaremos entonces- cuando en realidad nos dormiremos para siempre.
Nos daremos cuenta porque nuestras manos, aun estando juntas,no
irán traspasando de espacios nunca más atravesados, como si la ausencia les fuera añadiendo invisibles capas de distancia y ya fueran sólo recuerdo.
Nos parecerá que recordamos un ocaso ya sucedido
que sacamos del sueño, como a nuestros cuerpos,
a un último paseo entre sombras que están y no están.
-No digas una palabra, por Dios. -
Si el mundo acaba alguna vez, será en la tarde
de un domingo último de marzo, en Madrid,
v donde quiera que estemos nos buscará para reunirnos,
camino del centro, donde entre los fantasmas
ocultaremos nuestro triste temblor de antílopes falleciendo.







El obrero del placer (o el placer del obrero)

Cambiaría el placer y el dolor de escribir todos
y cada uno de mis versos
por el incomparable deleite indoloro de adentrarme con mi boca
tras las Puertas de Petra.
Ah, esa Petra desnuda, suave y dura,
que se alza sobre El Ghor de mi lecho
y me deslumbra cuando el sol de mis ojos fulgura a su entrada
y, como en un milagro, fuerza a que sus puertas se abran para mí,
sólo para mi.
Sus goznes chirrían de inconmensurable placer,
y las herramientas del obrero tienen también sonidos de goce
al engrasar lo que el tiempo guardó cerrado para él,
para que sus manos cogieran
—una por aquí, la otra por acá—,
abriéndola de par en par, quedándose sin aire,
penetrando,
muriéndose,
celebrando y glorificándose a sí mismo por conquistar el reino de nabateos,
él, un simple y modesto obrero del placer que no merece tanto reconocimiento
y que el destino convierte en guardián de los dioses secretos.

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